¡Ay, el amor!

Sí, cuando hablamos de amor hay muchas cosas que decir. Muchas cosas que se creen, muchas que se dan por hechas y muchas, también, que no se dicen. Hoy quiero hacer un pequeño repaso educativo por el romanticismo y el mal uso que hacemos de ese término, aprovechando que empieza el curso.
Porque sí, todos (todos toditos) en algún momento de nuestra vida hemos utilizado, utilizamos y, seguramente, utilizaremos el término “romántico” para hablar de cuestiones relacionadas con el amor. Creemos que romántico significa cariñoso o que desprende cariño. Que los gestos románticos expresan amor. Que tiene que ver con enviar flores, bombones, coger de la mano y dar mimos. Incluso así lo recoge incluso la R.A.E….
Romántico.– 1. adj. Perteneciente o relativo al Romanticismo o a sus modos de expresión. 2. adj. Seguidor del Romanticismo o de sus modos de expresión (aplicado a personas). 3. adj. Sentimental, generoso y soñador. 4. adj. Propio de la persona romántica o sentimental.
Pero… ESPERA UN MOMENTO. Leamos la primera descripción detenidamente. Perteneciente o relativo al Romanticismo o a sus modos de expresión.
Vaya, vaya.
Sí, ahí es justamente donde quería yo llegar. El romanticismo (como lo entendemos ahora) poco o nada tiene que ver con sentimientos bonitos, generosos, soñadores, cariñosos y de amores. El termino que utilizamos hoy en día tiene que ver con el movimiento artístico del Romanticismo, con R mayúscula.
Uno puede pensar que en el Romanticismo la temática artística tenía que ver con los sentimientos y los amores. La realidad es que esto no es así: si desempolvamos nuestros conocimientos de enseñanza básica de lengua y literatura o de historia sobre el romanticismo, recordaremos que en el romanticismo se tocaban otras temáticas. Concretamente, temáticas que tenían que ver con la soledad, el dolor, el sufrimiento, la oscuridad.
Del Romanticismo son las Rimas y Leyendas de Bécquer. Volverán las oscuras golondrinas. También del Romanticismo es Goya, con cuadros como Saturno devorando a su hijo. Por amor de Dios, del Romanticismo estadounidense es Edgar Allan Poe. Los asesinatos de la calle Morgue, amor en estado puro, ¿eh? No creo que nadie piense que los relatos de Edgar Allan Poe sean especialmente amorosos, ¿no?

Lo peor de todo, es que todo este cacao maravillao, se traduce en un concepto que nos hace mucho más daño que beneficio: el sufrir por amor. Si el romanticismo es amor, y el romanticismo es sufrimiento, soledad y dolor, solo hay que despejar la incognita: el amor sería sufrir por amor, por la soledad, aguantar un amor que duele.
Es una idea que nos acompaña hasta ahora, que sale en las clases de educación sexual cuando hablamos de amor y que, aunque poco a poco va calando en teoría, no siempre en la práctica. El amor no implica sufrir. A veces puede doler, como por ejemplo cuando hay desamor, incógnitas, incertidumbres o porque no te correspondan. Pero el amor no tiene que ser difícil ni sufrido. Mucho menos, pensar que cuanto más sufrimiento haya más nos queremos, o que cuantos más obstáculos tengamos que pasar en nuestra relación, nos querremos más o mejor.
Los amores son maravillosos, si los vivimos como amores y no como tragedias.